viernes, 14 de septiembre de 2007

La Defensa de los Dictadores

Este es el discurso que leí hoy en ocasión del 16 de Septiembre en el Colegio en ocasión de la Noche de los Lápices (represión contra estudiantes secundarios que reclamaban el boleto estudiantil 31 años atrás).
Les pido, por favor, que lo lean atentamente. Lo que hago es tomar el discurso de la extrema derecha para criticarlo, comparándolo con el de un sofista griego. De ningún modo estoy a favor de estas ideas.
Espero que les interese

La Defensa de los Dictadores

El orador griego Gorgias de Leontini, quien poseía una gran habilidad para escribir discursos falaces (es decir, expuestos de una manera convincente pero falsos, erróneos) compuso La Defensa de Palamedes. En esta obra un personaje de la Ilíada, Palamedes, quien según Ulises traicionó a Grecia durante la Guerra de Troya, refuta las acusaciones con un argumento que se puede resumir así:

I) Como él y los enemigos no hablaban el mismo idioma, de haberse encontrado habrían necesitado de un traductor, lo cual es peligroso porque el intérprete conocería el acuerdo.
II) Si, de todos modos, hubiera llegado a un arreglo, habría pedido como soborno grandes riquezas. Sin embargo, habría sido imposible recibirlas porque, a la noche, había soldados custodiando y, de día, la luz lo habría delatado.
III) Si, a pesar de todo, las hubiese recibido, no las podría haber ocultado porque, ya sean familiares o enemigos, alguien las habría visto.
IV) Que incluso pudiendo haberlas ocultado no habría podido prestar ayuda a los enemigos, ya que no estaban a su cargo las puertas de las murallas.
V) Y, finalmente, que si hubiese podido ayudar, de nada le habrían servido las riquezas puesto que él, como demostraba con su vida, no era ambicioso.

Con un desarrollo similar, intentaré mostrar los argumentos poco sólidos con que aún miles de argentinos intentan defender a la última dictadura militar, tal vez la más sangrienta de América. Son cercanos a lo que sigue:

“Los militares no pueden haber cometido decenas de miles de violaciones contra los derechos humanos. Nuestros próceres amaban la libertad, y ellos son sus continuadores.
Pero bien, supongamos que ellos llevaron adelante todos los excesos de los que se habla. ¿30.000 personas? ¡Eso es más de uno de cada mil argentinos de entonces! Tamaña empresa en tan pocos años es realmente imposible.
Pero imaginemos que se logró. ¿Cómo pudo ocultarse? Casi todos habríamos tenido un amigo o familiar desaparecido, ¿Cómo no darnos cuenta?
Admitamos, de todos modos, que el número fue enorme y los crímenes pasaron desapercibidos. Pensemos en el contexto y en las supuestas víctimas. En esos años miles y miles de subversivos participaban en la guerrilla. ¿Es lógico quedarse de brazos cruzados ante esa gente que ponía bombas por todos lados? Era una guerra contra los agentes del caos y del comunismo internacional, y en la guerra todo vale.
Supongamos que se haya matado a gente que no era guerrillera. Seguro que igual algo habría hecho. No eran ningunos santos los que se metían en política en aquellos tiempos.
E imaginando incluso que se haya asesinado a gente no involucrada, seguro habría sido por error. Y ese tipo de errores, si son por la seguridad nacional y por la Patria, se justifican.”

Aún existen personas con estas ideas. En algunos medios de comunicación y en ciertos ambientes intelectuales. Son mentes que permanecen ciegas ante las evidencias históricas que certifican que 30.000 personas desaparecieron por buscar un mundo más justo que nos incluyera a todos.

Patricio Iglesias