jueves, 21 de mayo de 2009

¿Qué les queda a los jóvenes?

No puedo, por honestidad, considerarme un entendido en la obra de Mario Benedetti, siendo que apenas leí algunas poesías y entrevistas aisladas. Sin embargo, quisiera recordarlo con una poesía que me ha
resultado de una gran profundidad. No encuentro su fecha.


¿Qué les queda a los jóvenes?

¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de paciencia y asco?
¿Sólo grafitti? ¿Rock? ¿Escepticismo?
También les queda no decir amén
No dejar que les maten el amor
Recuperar el habla y la utopía
Ser jóvenes sin prisa y con memoria
Situarse en una historia que es la suya
No convertirse en viejos prematuros

¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de rutina y ruina?
¿Cocaína? ¿Cerveza? ¿Barras bravas?
Les queda respirar / abrir los ojos
Descubrir las raíces del horror
Inventar paz así sea a ponchazos
Entenderse con la naturaleza
Y con la lluvia y los relámpagos
Y con el sentimiento y con la muerte
Esa loca de atar y desatar

¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de consumo y humo?
¿Vértigo? ¿Asaltos? ¿Discotecas?
También les queda discutir con dios
Tanto si existe como si no existe
Tender manos que ayudan / abrir puertas
entre el corazón propio y el ajeno /
Sobre todo les queda hacer futuro
a pesar de los ruines del pasado
y los sabios granujas del presente.


Basado en: http://www.poemas-del-alma.com/mario-benedetti-que-les-queda-a-los-jovenes.htm

sábado, 9 de mayo de 2009

Enrichissez-vous!

Max Weber, en su obra Estado y Sociedad, señalaba la plutocratización de las burocracias en las sociedades más avanzadas. A mayor jerarquía eran necesarios estudios más profundos y, para financiarlos, se requerían mayores recursos.
Hoy se observa el mismo fenómeno en el otro sector del Estado; es decir, en el de los políticos profesionales. Pero no porque la población les reclame mayores conocimientos, sino por los valores siderales de las campañas electorales. Al extinguirse como la llama de una vela los militantes por convicción, se necesitan fortunas para costear los servicios de mercenarios que distribuyan volantes o peguen afiches; y eso sin pensar en el diseño y la difusión de pautas a través de los grandes medios de comunicación. Y, como en las burocracias weberianas, a mayor cargo, mayores sumas.
Así, una persona capaz con una larga trayectoria puede ser derrotada en las urnas por otra menos competente, pero de copiosos fondos. O, peor aún, la primera puede que ni siquiera llegue a presentar su candidatura (por no hablar de precandidaturas, que pertenecen a otras épocas). No es un fenómeno exclusivo de ningún país en particular, sino una notoria tendencia en numerosos pueblos democráticos. Véanse los casos de millonarios sin gran experiencia pública previa en cargos legislativos y ejecutivos varios, hasta el punto de ocupar de las mayores magistraturas de distintos países de América o Europa.
“Enrichissez-vous!”, “¡Enriqueceos!”, respondía François Guizot a quienes, no cumpliendo con los requisitos timocráticos que suponía el sufragio censitario de los tiempos de Luis Felipe de Orléans, pedían participación política. Y es lo mismo que parece repetir el mundo contemporáneo a aquellos que, no contentos con sólo sufragar, exigen mayor equidad a la hora de ejercer el mayor honor y la más grave responsabilidad en una democracia. Un honor que muchos deshonran. Una responsabilidad a la que pocos responden. El honor y la responsabilidad de ser elegido por el pueblo para sujetar el timón de los asuntos colectivos.
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