martes, 15 de octubre de 2013

El Traslado de los Tribunales de San Isidro: ¿Solución para todos?



Un proyecto que lleva varios años dando vueltas por los despachos de políticos y jueces es el del traslado de los tribunales de San Isidro al Bajo Boulogne. Según sus defensores, el centro de San Isidro se descomprimiría, a la par que los servicios judiciales se mudarían a una zona que, según ellos, es de mejor accesibilidad.


El planteo me genera dos inquietudes. Por un lado, los accesos no son, a mi criterio, más adecuados. Actualmente los tribunales están a unas tres cuadras de dos estaciones distintas de tren (San Isidro C, del F. C. Mitre, y San Isidro R, del Tren de la Costa), mientras que el predio de Irigoyen y Panamericana, frente al centro comercial, posee nula conectividad ferroviaria, si bien podría pensarse en una extensión de los ramales del Mitre a Capilla del Señor o a Zárate. Asimismo, sin necesidad de trasbordo se puede llegar  a San Isidro desde buena parte de Tigre y San Fernando o Vicente López gracias a líneas como la 203 y la 343, mientras que, para llegar al Bajo Boulogne, casi todos los colectivos circulan por la Panamericana y los trasbordos se vuelven obligados. Así, la mayoría de la gente debería tomar algún colectivo hasta la Panamericana y luego otro más, perdiéndose tiempo, dinero y comodidad. Y ni hablar de la dificultad que resulta hoy en día cruzar de un lado a otro de la Panamericana en esta zona, donde no existe ningún puente o túnel específico.


Sin embargo, mi crítica va más allá de una mera cuestión de transporte. Se trata de la vida de las decenas de miles de personas que viven en el Bajo Boulogne, en Bancalari y en otros barrios, cuyas vidas cambiarán radicalmente de mudarse las oficinas judiciales.

Cuando los funcionarios hablan del traslado de los tribunales lo hacen con una gran soltura, como si se tratara de una zona vacía, deshabitada, en la cual se puede construir y demoler sin pedir permiso, cual un gigantesco terreno baldío. Sólo en el Barrio San Isidro se estima que viven 12.000 personas. ¿Nadie se puso a pensar que, de mudarse los Tribunales, por la colectora van a circular más autos, va a haber más contaminación acústica y, seguramente, más de una persona mayor va a dejar de sentirse a gusto en el vecindario? ¿Se van a sentir seguros los padres sabiendo que, a metros de donde juegan sus hijos, son trasladados detenidos con custodia policial? ¿Acaso se desestimó la idea de trasladar los edificios a La Horqueta porque unos son ciudadanos de primera y los otros de segunda?


No me opongo tajantemente al proyecto, pero creo razonables dos puntos clave. Que se realicen los estudios necesarios para determinar el flujo de tránsito de implementarse la mudanza y se ejecuten las obras complementarias y, sobre todo, que el proyecto cuente con el consenso de los vecinos del Bajo Boulogne y alrededores, donde la tranquilidad podría mermar.

miércoles, 15 de mayo de 2013

San Isidro Labrador

En el día de San Isidro Labrador, patrono de mi municipio.



Nací en Vicente López, pero desde que tengo días vivo en Boulogne Sur Mer, en San Isidro. Acá cursé la mayor parte de mis estudios, y también conocí a la mayoría de mis amigos. Di mis primeros pasos en el mundo laboral. Soñé, trabajé, estudié, me ilusioné y me desilusioné. Y hoy, después de más de 23 años, sigo soñando con un San Isidro más justo, y meditando sobre la mejor forma de llevarlo a la práctica.


¿Cómo lograrlo? Hay muchos caminos. Uno es el de involucrarse en las distintas organizaciones sin fines de lucro que existen en el municipio. Hay laicas, religiosas, dedicadas a la niñez, a las personas mayores, al medio ambiente, al trabajo en barrios de emergencia... en fin, para todos los gustos. Para aquel que no conozca a las instituciones de la zona, puede encontrar una gran cantidad de ONG en el mapa de Quiero Ayudar, donde aparecen los organismos que buscan voluntarios y donaciones.


Otro es el de la participación en los partidos políticos. En definitiva, por más voluntad que haya en las ONG, el presupuesto del municipio, y ni hablar de la provincia de Buenos Aires o del Estado Nacional supera holgadamente los miles de millones de pesos. Es muy importante que haya concejales, diputados y demás funcionarios públicos comprometidos con la problemática local.


¿Y qué alternativa queda para el que no se siente cómodo ni en un partido político ni en una ONG, o no tiene el tiempo ni el dinero suficientes para colaborar en este tipo de instituciones? Sin dudas, lo primero siempre es cumplir con las responsabilidades. No hay mejor forma de construir una ciudad y un país mejor que con una ciudadanía abocada a la familia, al estudio y al trabajo. Y también, por qué no, resulta un gran aporte interesarse por la realidad municipal. Leer los periódicos zonales, conversar con gente que vive distintas realidades y, así, estar al tanto de lo que ocurre en el partido, para tener un mejor diagnóstico de las fortalezas y debilidades del municipio y, en este año electoral, saber elegir con más información a nuestros representantes.

Me despido con una pequeña devolución que he querido darle a San Isidro: la escarapela municipal. Espero que la blancura de los ideales de sus ciudadanos y el verde de una naturaleza siempre presente brillen cada día más.

lunes, 13 de mayo de 2013

El Megáfono Papal

A dos meses de la elección de Jorge Bergoglio como Papa, ¿Cambió algo en Argentina? ¿O todo sigue igual?



Soy de la idea de que este es un hecho trascendente en la historia nacional. Que sea trascendente no implica, claro, que sea positivo o negativo. Se puede sostener que Argentina ha dado al mundo un líder con las mejores cualidades humanas o, por el contrario, que Francisco carece de aptitudes morales y que la Iglesia Católica es una institución retrógrada, pero negar la relevancia de la Iglesia y de su pontífice resulta un argumento difícil de sustentar, más aún pensando que un papa americano es un hecho sin precedentes en los casi dos milenios de historia del cristianismo.

¿Cambia algo para el país? A menos de un mes del comienzo de su pontificado sufrimos una de las peores inundaciones de nuestra historia. Quien suba a un tren (si no es suspendido el servicio) va a encontrarse con niños y personas con capacidades diferentes pidiendo limosna. A simple vista, todo sigue igual.



Pero algo cambió: el megáfono papal. Argentina, además de ser el país de los asados, el tango y el fútbol, hoy es la tierra del Papa. Si hay una inundación o un incendio, los medios internacionales van a cubrirlo con más énfasis. Si sufrimos un accidente de tránsito, también va a ganar mayor repercusión. Ídem si un político pronuncia un exabrupto. Toda ley que sea tratada también será analizada con más entusiasmo. Todo lo que ocurra en este suelo va a ser oído por una mayor audiencia que hace dos meses.



Francisco nos deja una gran responsabilidad por delante. Hoy los políticos, científicos, periodistas, académicos, artistas, gremialistas, deportistas y demás figuras reconocidas del país tienen un megáfono que difunde con más fuerza sus palabras y obras. Pero también todo argentino, desde el lugar donde esté, está construyendo (o destruyendo) un país que es una ventana al mundo. Si nos despreocupamos y no intentamos cambiar nuestros vicios, transmitiremos un mensaje de desazón al planeta. Pero si, con nuestras acciones cotidianas, nos proponemos edificar una nación basada en el respeto, el trabajo, el conocimiento y la equidad, el mundo escuchará gracias al megáfono papal un potente discurso en favor de la justicia y se infundirán en los ánimos la esperanza y la solidaridad.

domingo, 24 de marzo de 2013

37 años


37 años... siempre me acuerdo de cuando fui a la marcha por los 30, cuando participaba en el Centro de Estudiantes del Nacional de San Isidro. Hoy ya pasó casi una década, y se me abren diversos interrogantes.



Un militar que contaba con 40 años en aquel día trágico hoy posee 77 años. ¿Vamos a dejar que siga pasando el tiempo, y que los criminales mueran impunes?

Una madre de un desaparecido que, en aquel entonces, tenía 50 años hoy llega a 87. ¿Las Madres van a seguir dejando este mundo sin conocer el destino último de sus hijos?

Una abuela de un niño adoptado ilegalmente, si tenía 60 años, hoy su edad asciende a los 97 años. ¿Nunca van a poder encontrarse con sus nietos?

Y, lo más importante, cuando todos aquellos que fueron protagonistas de los momentos más difíciles de este país no persistan físicamente, ¿Va a reinar el olvido? ¿O va a continuar la Memoria?