lunes, 18 de abril de 2016

Cerrado por vacaciones (y agresiones)


Me encuentro seguido con conocidos en la calle. Más de una vez, mientras converso con uno aparece otro, los presento y trato de sumarlo a la charla. Nunca me pasó que se lancen ironías con "veneno", o se digan groserías o sonrían con soberbia. Mucho menos que se griten, o se descalifiquen o saquen conclusiones sin saber nada de sus vidas.

En mi muro de Facebook no me pasa lo mismo. Es común que personas de distintas ideologías lancen comentarios con mala saña, se insulten o se burlen entre sí. Hasta ahora he tratado de poner paños fríos, hablando en privado con gente que "se va de boca". Pero me exige mucho tiempo, que no tengo, y es muy difícil manejar tantos grises. Tenés desde palabras soberbias hasta el insulto directo, todas actitudes que, estoy seguro, no ocurrirían si se encontraran conmigo de casualidad en una plaza.


Si creo en la responsabilidad de cada uno... ¿Quién soy yo para decir qué es adecuado y qué no? ¿Tengo que armar una "lista negra" de palabras prohibidas? Me vienen a la mente los censores de 40 años atrás, serios, amenazantes. ¿O ver el contexto y preguntarme todo el tiempo si un comentario es agresivo o no? Me desagradan esas ideas porque vengo de una familia que sufrió la falta de libertad, pero al mismo tiempo los derechos de uno terminan donde comienzan los de los demás y nadie tiene por qué herir sin sentido a un desconocido.

Esta violencia no es de ningún partido político en especial. Es un clima de época. Así que me gustaría invitar a la reflexión a todos sobre las redes sociales. ¿En la calle no les tiro flechas a los conocidos de mis amigos pero en Facebook sí? ¿En el trabajo me siento en el sillón con aire de "ciudadano honorable" pero en Twitter puedo discriminar o reírme de las desgracias ajenas, porque "total es Twitter, no es en serio"? ¿Los reto a mis hermanitos cuando dicen malas palabras pero en los foros de los diarios insulto con todas las letras del abecedario al que tiene otras ideas?


Algunos dijeron que nunca más iban a publicar sobre actualidad y al poco tiempo volvieron al ruedo. Prefiero algo más realizable. A Facebook lo tengo que seguir abriendo, pero por dos semanas no voy a subir nada, salvo que esté en riesgo una vida (donaciones de sangre, personas o animales perdidos). En dos semanas empiezo, si tengo tiempo, a difundir cuestiones que, en principio, no lleven a polémicas tan agresivas, como detalles de la cultura o los científicos argentinos. Si buscamos luz, contemplemos nuestras raíces y lo que lograron algunos compatriotas. Recién en un mes iré volviendo a temas más controvertidos.

Hace 10 años la hermana de una desaparecida me dijo "los jóvenes no saben lo valiosa que es la libertad de expresión pero la desaprovechan. Es como si caminaran sobre una mina de oro sin darse cuenta". Del desinterés, que no suma ningún ladrillo pasamos a la violencia, que destruye lazos y encima es inútil. ¿O alguien cambia su opinión si lo insultan?

Me despido con una frase de un amigo que ve el bosque y no sólo los árboles. Espero que los argentinos dejemos de ir de un extremo al otro y entendamos que sólo respetando al otro en las redes como si lo tuviéramos en frente y dando argumentos se puede edificar un país más justo.

Tanto le insistimos a la gente que tenía que hablar de política, y ahí está. Eso mismo que antes opinaban de River y Boca, ahora también lo opinan de la política, eso mismo que antes opinaban de los personajes de la farándula ahora lo opinan de la política, eso mismo que antes sentían de las clases populares, ahora lo expresan opinando de política. Juicio de valor y estrategia solucionadora aparte.

jueves, 24 de marzo de 2016

No es cualquier 24 de marzo

No es ninguna genialidad decir que este no es cualquier 24 de marzo. No me pareció correcto que el presidente de un país tan vinculado a los golpes de Estado en América Latina (mucho más en otros países, como en Guatemala o Chile que en el nuestro) visite Argentina en un día tan sensible. Podría haber visitado primero Argentina y luego Cuba y evitar una situación incómoda.


Vino en una fecha difícil y apenas habló de "autocrítica" y de que Estados Unidos "tardó en valorar los Derechos Humanos" en América Latina. No dijo lo que debió haber dicho, que es pedir perdón en nombre de su país, pero al menos fue menos tibio que hace 5 años en Chile, cuando apenas se comprometió a colaborar con las investigaciones. Si bien es cierto que fue un paso, fue mucho más corto de lo que esperaba la abrumadora mayoría de los argentinos y de lo que se necesita para construir un vínculo basado en la franqueza.


Más allá de las interpretaciones a que dé lugar la visita, espero que a futuro no quede en la nada. Porque no podemos seguir impasibles mientras dejan este mundo familiares de los desaparecidos sin conocer la Verdad y contar con la Justicia a las que puede acercarlos la desclasificación de archivos, no sólo de Estados Unidos sino de muchos otros países. Y, sobre todo, que el próximo presidente norteamericano sea más concreto y pida disculpas por tantas violaciones a los derechos humanos en el continente, porque esa actitud oscurece el rol positivo de numerosos diplomáticos y del presidente Carter durante el período más oscuro de nuestra historia y ya que, además, es imposible pedir una relación madura si se sigue afrentando la Memoria de nuestros pueblos.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

El País de los Piquetes

Vivimos en un país donde los noticieros avisan que todos los accesos a su capital están libres con la misma sorpresa que ante la llegada de un plato volador. Donde los locutores de radio comentan cada mañana, con el pronóstico del tiempo, qué autopistas están cortadas. En el que los automovilistas están acostumbrados a improvisar caminos alternativos ante protestas inesperadas, y donde en los vagones es un tema común de debate entre desconocidos qué colectivos hacen recorridos parecidos cada vez que una manifestación toma las vías.



Están, por un lado, quienes insisten en el derecho a peticionar y a manifestar sus ideas, y por el otro quienes defienden la libertad de circulación. Yo prefiero, antes que buscar soluciones fáciles, insultar a los manifestantes o refugiarme en discursos monolíticos, tratar de entender por qué, desde hace casi dos décadas, los piquetes son parte de las rutas argentinas.

Según las crónicas, el primer piquete de la historia fue en 1996, en Cutral-Có, cuando ante el alto desempleo que había provocado la privatización de YPF unos 30.000 vecinos fueron a cortar la ruta intentando ser escuchados por las autoridades. Es difícil creer que acercando sus reclamos por las vías normales habrían tenido idéntica respuesta. Es decir: si le escribían una carta al gobernador y se quedaban esperando en sus casas casi seguro no habrían tenido soluciones, pero cometiendo un delito como es cortar una ruta no sólo no fueron desalojados, que es lo que marca la ley, sino que consiguieron un hospital y la reconexión de la electricidad y del gas de aquellos que no podían pagar los servicios, entre otras concesiones.



Con la crisis de 2001 los piquetes se multiplicaron. Pasaron a ser una forma de canalizar reclamos muy eficaz. En un país "normal" quien corta una autopista termina detenido, pero en Argentina le solucionan sus problemas. Pasamos a tener dos leyes: la que está en los papeles, pero que en la práctica está desvirtuada ante innumerables vallas kafkianas, y la ley de la selva, donde el que puede reunir 50 personas para cortar una calle y tiene contactos en los medios consigue una entrevista con un ministro.

Los piquetes son un síntoma de un problema más profundo. Reprimirlos sin un cambio en la justicia y la administración que lleve a juicios más ágiles y funcionarios más cercanos a los reclamos es esconder el problema bajo la alfombra.


El desafío es enorme, pero si realmente se quiere ir a las causas y no a las consecuencias se necesita un debate amplio donde, más que buscar diferencias, se parta de consensos. Sí, suena raro, pero estoy seguro de que tanto el chofer que se enfurece cada vez que debe cambiar su itinerario como el trabajador despedido que sale a cortar la ruta están más de acuerdo de lo que piensan, y en el largo plazo no están en dos veredas enfrentadas sino en la misma. Puede parecer obvio, pero el gran objetivo, al que pocos se negarían a adherir, es llegar, de acá a diez años, a contar con jueces y funcionarios que resuelvan los conflictos antes de que desborden, y no como ahora, que muchas veces ignoran a quienes actúan por las vías formales mientras reaccionan recién ante la emergencia, premiando a quien obstruye el tránsito. Busquemos la forma de llegar a esa meta en vez de dividirnos por una discusión que, dicho sea de paso, no existe en ningún país desarrollado.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Otro perfil

Es curioso ver cómo Argentina parece dividida entre tirios y troyanos. Cientos de miles de ciudadanos agreden al líder adversario con una virulencia nunca antes vista en más de 30 años de democracia. Pero, le guste a quien le guste, los dos tienen mucho en común. Parece que el nivel de odio va en relación inversa a las diferencias entre los candidatos.



Alfonsín fue elegido concejal 29 años antes de llegar a la primera magistratura, responsabilidad a la que accedió habiendo sido diputado provincial y nacional. Menem fundó la Juventud Peronista de La Rioja más de 30 años antes de ser presidente, cargo al que accedió luego de ser elegido tres veces gobernador de su provincia. De La Rúa empezó como asesor del gobierno de Illia más de 30 años antes de llegar a la máxima responsabilidad. Néstor Kirchner había presidido el Centro de Estudiantes de su secundaria 35 años antes de llegar a la Casa Rosada. Cuando su marido le colocó la banda presidencial, Cristina había entrado a la política hacía más de 30 años, de la mano de la Juventud Peronista.


Gane quien gane el domingo, va a tener un perfil muy diferente respecto a sus antecesores. En sus orígenes, en su formación y en su carrera va a representar una innovación en la política argentina. Un país acostumbrado a presidentes de familias de clase media va a tener a un hijo de un empresario de primera línea. Por primera vez en la historia un presidente electo será un graduado de una universidad privada. Y, lejos de comenzar su trayectoria como un ignoto adolescente que se dio una vuelta por un comité o una unidad básica, habrá ingresado por la "puerta grande", con cargos de primer nivel luego de hacerse famoso gracias al deporte. Macri arrancó en la política postulándose hace 12 años a jefe de gobierno porteño, y Scioli 18 años atrás, como diputado nacional. En promedio, menos de la mitad del tiempo de carrera de sus antecesores, salteándose varios escalones.



Será un hijo de las encuestas. De esos legisladores que entran al Congreso porque "arrastran" a otros menos populares, no tras décadas de militancia. De los que llegan a cargos ejecutivos porque "miden bien". De los que, en definitiva, nacieron a la política en tiempos donde la televisión ya influía tanto o más que un partido.


Más de 17 millones de argentinos los votaron en octubre. Y este domingo uno de ellos será elegido presidente. Reconozco que su estilo de carrera política no es de mi mayor agrado, pero eso será secundario. Sin mayoría en ambas cámaras, quien gobierne deberá poner en práctica el diálogo y el consenso que tanto declaman, y ahí cada ciudadano, desde su rol, va a poder ser protagonista de los debates e influir para que, más que de coyuntura, sean de desarrollo. Porque sin olvidarnos de que hay distintos intereses e ideologías de por medio, si el próximo presidente concluye su mandato con más y mejor educación, salud, medio ambiente, industria, agro, transparencia y obra pública ganamos todos.

martes, 20 de octubre de 2015

Por media hora...

Muchos creen que donando $200 al mes a una ONG cumplen con su deber como ciudadanos. Otros, que realizan un gran aporte a la sociedad llevando todos los años una bolsa con ropa usada a la parroquia. Y no pocos, que si organizando una rifa recaudan $10.000 para la escuela del barrio son activos defensores de la educación. Aplaudo todas esas iniciativas, que sin lugar a dudas suman a un país más justo. Pero el mejor aporte es meditando cómo administrar los $45.000 que todos tenemos.
Sí, todos los mayores de edad, seamos de la provincia u ocupación que seamos, tenemos $45.000 en nuestras manos, y podemos decidir qué hacer con ellos. Sí, $45.000 para destinar a salud, educación, trabajo, ciencia, infraestructura, viviendas, seguridad. Si no los manejamos bien, es como tirar todo ese dinero a la basura, porque se los terminan quedando unos pocos. Y es más: si sos de la provincia de Buenos Aires, tenés unos $20.000 adicionales, y si sos de San Isidro, otros $14.000, lo que en total da unos $79.000.






¿De dónde sale tanto dinero? ¡De nuestros bolsillos! Para el año $2015, el presupuesto del Estado Nacional ascendió a $1,347 billones. Sí, más de un billón de pesos, más de un millón de millones de pesos. Si dividimos ese monto por la cantidad de personas habilitadas para votar (30 millones), nos quedan $45.000. Sí. Tu voto a presidente y legisladores nacionales define nada menos que $45.000. Dentro de una urna hay más billetes que en un camión blindado.




¿Realmente te importa Argentina? Tomate unos minutos y buscá los antecedentes de los distintos candidatos, no sólo a presidente sino también a legisladores nacionales y provinciales, gobernador, intendente, concejales y consejeros escolares (dependiendo de tu distrito). Tal vez sea engorroso y te lleves alguna desilusión. Pero si realmente te preocupa que ningún compatriota viva en la pobreza esa es la forma más eficaz de transformar la realidad.

Hubo argentinos que, en pos de servir a nuestro país, perdieron la vida. Muchos otros pasaron años presos sólo por pensar distinto. Hoy tu tierra no te pide gestos heroicos. Sólo que, por media hora, cierres las redes sociales y veas quiénes son los primeros candidatos a diputados provinciales de las listas que más te simpatizan.

viernes, 28 de agosto de 2015

¡Se va a acabar! ¡Se va a acabar! ¡Esta manera de votar!

El sistema de "boleta sábana" sólo beneficia a los miles de diputados, senadores y concejales que viven de la política. Como expliqué en mi artículo anterior, este método fomenta que la gente no les preste atención a los candidatos que van en esos cargos, y así se llenan de parientes y amigos más leales a los dirigentes políticos que al pueblo que los eligió. Para peor, facilita maniobras fraudulentas que perjudican a los partidos que no poseen la estructura para tener fiscales en todas las mesas, como el robo de boletas.

Hace más de una década que muchos políticos y especialistas hablan de la necesidad de un cambio. Hay dos alternativas. Por un lado está la "boleta única", un papel donde están las distintas opciones para cada categoría y el elector tilda con una lapicera la de su preferencia, como en Córdoba y Santa Fe. Por el otro, la boleta electrónica, como en Salta o la Ciudad de Buenos Aires, donde el voto queda guardado en una oblea o chip.


Sin embargo, la cuestión no estaba suficientemente instalada en la opinión pública. Al margen del debate sobre la gravedad de los hechos de las elecciones del 9 de agosto y de las generales en Tucumán, no hay dudas de, que tras esos sucesos, el tema se metió como nunca antes en el centro del debate. En gran medida influyeron las redes sociales. Muchas prácticas que antes quedaban en meros rumores hoy están a la vista de todos. Un ejemplo de cómo Facebook puede servir para algo más que saber quién está en pareja.

 Apuesto a que en 2017 va a usarse otro método. Y también a que las próximas elecciones van a ser mucho más tranquilas en Tucumán y otros distritos donde no hay elecciones provinciales, ya que el "aparato" se pone más nervioso cuando están en juego las "sillas" locales. Pero me parece muy contraproducente pretender cambiar el sistema para octubre. Quedan menos de 2 meses y se tiene que:

1) Elegir el sistema a adoptar (boleta única o boleta electrónica).
2) Contratar a la empresa encargada de imprimir las boletas o desarrollar el sistema informático. Este tipo de contrataciones, para que sean transparentes, necesitan de licitación, es decir, un proceso por el cual se convoca a los interesados y se evalúa cuál ofrece el servicio a un menor precio.
3) Realizar todos los controles que sean necesarios para garantir la confiabilidad del nuevo sistema.
4) Recapacitar a todas las autoridades de mesa, fiscales, gendarmes, policías, etc.
5) Explicar al electorado cómo debe votar.

Para 2011, candidatos opositores ya habían pedido un cambio del sistema en dos meses, y la cuestión quedó en la nada. Lo que se necesitan no son anuncios para ganar 15 minutos de fama en los multimedios, sino un análisis a mediano plazo para tener un sistema robusto que surja de un debate amplio y no de un proyecto improvisado.

domingo, 23 de agosto de 2015

Arrastrados por la Fiaca

Cuando volvió la democracia, los candidatos a diputados nacionales del radicalismo arrasaron hasta en la provincia de Buenos Aires, que siempre había sido peronista. ¿Convencieron a la gente de que eran los más capaces? ¿Tenía buenas propuestas para llevar al Congreso? Todo eso habrá influído, pero sin dudas se impuso, sobre todo, por arrastre.

Ese año Alfonsín, con su carisma y sus propuestas, supo ganarse el voto de numerosos peronistas que, después de la guerra, querían Paz, y después de la represión exigían que se investigaran los crímenes del Proceso. Como los candidatos justicialistas, por el contrario, agredían a sus adversarios y se negaban a juzgar a los militares, millones de argentinos que habían llorado con la muerte de Perón pusieron la boleta de Alfonsín dentro del sobre. Y acá está el detalle. Meditaron su voto a nivel de presidente, pero no se preocuparon tanto por ver quiénes eran los otros candidatos radicales. Así, entraron "arrastrados" por Alfonsín los diputados y senadores nacionales. Mucha gente eligió al candidato a presidente y, al no cortar boleta, entraron todos los otros candidatos de su mismo partido. Como cuando se barre con una escoba: se arrastra de todo sin distinguir bien.


Eso es el "arrastre" en política. Gracias al sistema de sábanas, como se vota todo el mismo día y a mucha gente le da "fiaca" averiguar sobre cada cabeza de lista y cortar boleta, un candidato fuerte les suma votos a los candidatos de las otras categorías. Hablando de la provincia de Buenos Aires, por lo general los que más arrastran son el presidente y el intendente. Algunas veces, también, el gobernador. Y así surgen las alianzas más inexplicables y se definen en cuartos cerrados las candidaturas a cargos legislativos.

Supongamos que un candidato a presidente está buscando el apoyo de varios intendentes para que le "arrastren" votos, ya que sabe que en sus municipios hay mucha gente que apoya sus gestiones y vota "sábana entera", es decir, va a votar al presidente que vaya en la misma boleta que su intendente. Seguramente, el apoyo de esos jefes comunales no será gratis. Como contrapartida, le exigirán que alguna persona de confianza de ellos vaya en las listas a diputados provinciales, para así asegurarse un "operador"; es decir, alguien que presente proyectos en la legislatura provincial para defender sus intereses (por ejemplo, que pida obras para su municipio). Como casi nadie medita su voto a diputados provinciales, cualquier candidato que vaya pegado a la lista de un intendente popular va a entrar, por más que no tenga más mérito que ser pariente de un jefe comunal (lo cual es muy común en casi todos los partidos).

Año a año, concejales sin experiencia en la política son elegidos por el simple hecho de ir pegados a la boleta de un presidente popular que no llegó a conseguir candidatos fuertes en algunos municipios. Diputados provinciales sin un buen currículum asumen una responsabilidad enorme (regulan la salud y la educación en sus provincias, definen impuestos, participan en el nombramiento de jueces, controlan a la policía) por el simple hecho de ser amigos o parientes de un político de peso. Y diputados nacionales que llevan décadas sin trabajar de otra cosa que de políticos entran arrastrados por los votos de presidentes, gobernadores e intendentes que, a cambio de ofrecerles el "arrastre" necesario para entrar y gozar de un sueldo fabuloso, tres meses de vacaciones y horarios muy flexibles, les exigen que voten de acuerdo a las órdenes que les den sus "patrocinadores".


¿Cuándo va a terminar el arrastre? El día en que a la gente le deje de dar fiaca perder diez minutos en internet para decidir qué candidato a diputado provincial votar, o cuando desaparezcan las listas sábanas y se use voto electrónico o boleta única.