jueves, 5 de julio de 2007

Hacia el Bicentenario

Este es el discurso que pronuncié en el Colegio para el 25 de mayo de este año:

Hacia el Bicentenario

Dentro de tres años habrá grandes festejos por el Bicentenario de la Revolución de Mayo, aunque los tucumanos insisten con que la conmemoración debería ser por la Independencia, seis años después. No podemos olvidar las celebraciones por el Centenario, en 1910. Por ese entonces Argentina era vista, tanto por dentro como en el exterior, como un país con un gran futuro. Abandonando su condición de lejana tierra del Imperio Español y más de 60 años de conflictos internos se alió a la principal potencia del momento, Gran Bretaña. Le entregó el control de casi toda la economía y paralizó todo intento de industrialización. A cambio, consiguió exportarle sus carnes y cereales. Los grandes beneficiarios, los estancieros, fueron conformando un pequeño grupo que alternaba sus días entre los cafés porteños y los teatros de París. Se divertía tirando manteca al techo o vasijas de oro y plata al mar. Este sector mantenía el poder con el fraude y reprimía los movimientos obreros. De todos modos, los argentinos vivían horas de relativa prosperidad y millones de europeos eran atraídos por las oportunidades del País del Sur.
Hoy vemos cambios y situaciones que se repiten. Los viejos apellidos brillan por su ausencia, pero aparecieron otros no menos ambiciosos. Hay un sistema democrático, sin duda no el mejor, pero preferible al fraude. Las grandes expectativas fueron frustradas y hace unos años los nietos de aquellos inmigrantes se embarcaron hacia la tierra de sus abuelos. Tal vez por falta de memoria, o de intención de recordar, los europeos los trataron como si el puerto de Buenos Aires nunca hubiese recibido a millones de hombres hambrientos. Respecto a la represión, nada ha evolucionado. Los docentes son asesinados sólo por reclamar un salario miserable.
Con tantas dificultades, ¿Por qué festejar? ¡Porque a pesar de todo seguimos siendo argentinos!

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