lunes, 23 de mayo de 2011

Necrología de Carlos Ramón Iglesias Girieud

Publico el obituario que, este sábado 23 de mayo, escribí a pocas horas del fallecimiento de mi abuelo materno Carlos Ramón Iglesias Girieud. Lo leí en San Martín (Mendoza) a la mañana del día siguiente, antes del cierre de su ataúd. Lo titulé "Vive".


Si dicen que vivimos por siempre en aquello que dejamos, ¿En qué vive Carlos Ramón Iglesias Girieud?

Vive en las cientas de casas que, como maestro mayor de obras, planificó a lo largo de más de 40 años.

Vive en las conexiones hídricas de Palmira y en tantas otras obras con las que ayudó a miles de personas.

Vive en cada plano municipal, en cada número del catastro de San Martín, ese que en los años ’50 le encargaron diseñar.

Vive en sus descendientes, en sus familiares, en sus amigos, a los que siempre ayudó sin intereses. Bueno, sí, con un interés: el de la satisfacción que dan la solidaridad y el cumplimiento de las responsabilidades.

Vive en la memoria de su esposa, otra trabajadora, otra alma eterna que no se dejó anonadar por las dificultades y que, como él, llevó el pan a la casa desde los 13 años.

Vive en el que, tal vez, haya sido su mayor logro. No el de ser tesorero municipal durante 20 años. Su logro fue otro. No fue un sello con un cargo ni un escritorio. Fue decir que no, durante dos décadas, a comprarse un nuevo auto u otra casa con dinero que era de todo San Martín. Fue decir que sí a que los chicos pudieran ir a la escuela, a que los ancianos tuvieran un hospital, a que las familias consiguieran hipotecas, a que las calles se mantuvieran limpias, a que las acequias estuvieran en condiciones. Cumpliendo aquello que debería ser lo ordinario: que el administrador no se crea dueño, que el funcionario público no piense que es un señor feudal al que le pertenece lo que es de todos.

Usando siempre la misma boina, vistiendo siempre el mismo pantalón. Así pasó sus últimos días. Pueden dar fe todos los que lo conocieron. Es claro dónde vivirá con más intensidad, y cuándo. Vivirá en cada oficina donde las cuentas sean claras, donde las sumas no resten y las restas no sumen. Y, seguramente, vivirá en aquel momento en el que la política, que tanto seguía y de la que tanto opinaba, sea el imperio de los que, más allá de las diferencias, estén convencidos de que lo indigno no es vivir 50 años en la misma casa ni tener guardados los mismos zapatos, sino darse lujos a costa de las necesidades de los demás.

Vive. Y vivirá, como tantos otros que compartieron muchos de sus valores, si es que aceptamos el desafío de vivir con dignidad y no de sobrevivir llenos de superficialidades que ni nos pertenecen ni nos llevan a la felicidad.

Imagen: http://www.treehugger.com/chestnut-tree-old-lyme-connecticut.jpg

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