Aunque podrían encontrarse ejemplos poco nítidos, de democracia limitada, como en los casos de Illia y Frondizi, que perdieron elecciones a gobernadores y legislativas y fueron derrocados, es innegable la tendencia a partir de 1983. En 1987 el radicalismo perdió las elecciones legislativas (y, además, la mayoría de las gobernaciones) y, en 1989, Menem ganó claramente las presidenciales. El PJ, luego, gozó de un período de "prosperidad electoral" hasta 1997, año en el que la Alianza ganó las legislativas como antesala de la victoria de De La Rúa en 1999. En 2001 la Alianza perdió las elecciones a diputados y senadores y... bueno, no perdió más elecciones porque cayó el gobierno en menos de dos meses.
Tropiezo no es caída, y lo supo muy bien la actual gestión. Sin dudas contaron con una ventaja respecto a los casos antedichos (la oposición en 2009 estaba claramente fragmentada y en los años anteriores no) y trabajaron sin prisa pero sin pausa recuperando su imagen y, al margen del contexto internacional, que sin dudas fue benevolente, su habilidad política está fuera de discusión.
No sé hoy cuáles serán los aportes del FPV al país, pero sin dudas gracias al kirchnerismo hoy la política argentina es como el fútbol y no como el tenis: no importa por cuánto se vaya perdiendo, todo puede cambiar un minuto antes del final.
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